top of page
Buscar

EFECTO PIGMALIÓN

  • Foto del escritor: Paula Rodríguez del Río
    Paula Rodríguez del Río
  • 14 jun 2023
  • 3 Min. de lectura

LO QUE ESPERAS DE TU HIJO IMPORTA



¿Conoces el efecto Pigmalión? Este hace referencia a la influencia o efecto que pueden tener las creencias o expectativas de una persona sobre el rendimiento de otra.

ree


Para entenderlo mejor os voy a hablar del experimento que demostró y puso nombre a este efecto. Fue llevado a cabo por Rosenthal y Jacobson en 1968. En él los autores pasaron un test de inteligencia a unos alumnos de primaria a principio de curso y, posteriormente, se les proporcionó a los profesores de ese curso una lista con los nombres de los alumnos con los mejores resultados y más prometedores de ese año. Al finalizar el año escolar se observó que los alumnos que habían sido apuntados en la lista habían sido los que más avances habían experimentado a lo largo del curso (significativamente mayores que el resto de sus compañeros).


Lo realmente importante de este experimento es que los nombres de los alumnos que se proporcionaron a los profesores habían sido seleccionados al azar (independientemente de los resultados reales del test).


Por lo tanto, si los menores habían sido elegidos al azar, ¿a qué se debió que estos mejorasen más que el resto de sus compañeros? A las expectativas que habían tenido los profesores sobre esos alumnos.



Igual que sucede en las aulas, este efecto también puede darse dentro de las familias. Es normal que, con el tiempo, caigamos en poner etiquetas a nuestro/a hijo: el desobediente, vago, la oveja negra… ¡cuidado, esto es peligroso!

ree


Frases como: “mi hijo no sirve para los estudios”, “es la oveja negra de la familia”, “no es listo”, “es malo”, favorecen que veas a tu hijo de esta forma, tengas unas expectativas conforme a estas creencias y actúes de forma consecuente con esas expectativas.

Además, la mirada que tenemos hacia él no solo nos va a afectar a nosotros, sino que también va a influir en gran medida en la imagen que va a tener él de sí mismo, todo ello pudiendo provocar que nuestras expectativas se terminen cumpliendo.


Las etiquetas pueden ser útiles. Sin embargo, cuando se trata de nuestros hijos hay que tener cuidado eligiéndolas, porque van a afectar a la forma en que los veamos, a cómo se van a ver estos a sí mismos y a cómo les va a ver su entorno, pudiendo provocar una profecía autocumplida (lo que esperas de él se acaba cumpliendo).


Ahora, conociendo el poder del efecto Pigmalión te animo a que revises las creencias y expectativas que tienes sobre tus hijos. Para ello te propongo:


  1. Anota en un papel las etiquetas con las que sueles describir a tus hijos.

  2. Si observas que estas tienen una connotación negativa, intenta a lo largo de la semana mirarle con otros ojos, obsérvale desde una mirada distinta, buscando aspectos positivos. Puede que al principio te cueste llevar a cabo este paso, es normal. Cuando uno lleva mucho tiempo mirando desde un prisma cuesta cambiar el enfoque. Tranquilo, es cuestión de práctica. Para empezar, te puedes ayudar de:

    • Preguntar a otras personas que conozcan a tus hijos cómo les ven ellos (o directamente preguntarles por aspectos positivos).

    • Pasar más tiempo de disfrute juntos. En ocasiones la rutina y las etiquetas negativas terminan afectando en las dinámicas familiares. Salir de estas y buscar hacer algo diferente con tus hijos que os apetezca a ambos puede ayudar a mejorar el vínculo, lo que nos puede servir para empezar a mirarle desde un lugar más amable.

3. Sustituye las etiquetas iniciales por las nuevas, etiquetas que tú te creas y hazles saber cómo les ves, demuéstrales que ha cambiado tu mirada hacia ellos.


Al principio será importante estar alerta por si las anteriores etiquetas reaparecen para ser consciente de que están presentes y activamente, sustituirlas por las nuevas. Conforme lo vayas poniendo en práctica te terminará siendo más fácil hasta que, finalmente puedas hacerlo de forma automática.



Y recuerda: no tenemos (ni podemos) ser buenos en todo, pero todos tenemos algo en lo que somos buenos; tu hijo también, búscalo.



Referencias: Rosenthal, R., y Jacobson, L. (1968). Pygmalion in the Classroom. New York: Holt, Rinehart & Winston










 
 
 

Comentarios


bottom of page